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El efecto dominó. TOMATE

Los tipos convencionales de tomate siguen perdiendo hectáreas que van a parar a otros cultivos como el pimiento o a las especialidades, poniendo en riesgo el futuro de ambos.

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El tomate español vive su particular día de la marmota. Campaña tras campaña, el sector lamenta la pérdida de rentabilidad de un producto que, a pesar de todo, sigue liderando las exportaciones de nuestro país: más de 810.000 toneladas (Tn) entre septiembre de 2017 y agosto de 2018, según FEPEX. Sin embargo, su precio medio fue menor en la campaña 2017/2018, pasando de 0,68 euros el kilo a 0,55, justificando así una nueva reducción de su superficie, que este año ha caído en torno a un 5% en Almería, la principal zona productora, situándose en 9.890 hectáreas (ha), según la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía.

Este descenso se ha debido, sobre todo, al menor número de hectáreas dedicadas a los tipos convencionales, como los tomates larga vida, rama o beef, tipologías que “compiten en precio”, explica Manuel Hernández, especialista de cultivo de tomate de Rijk Zwaan. Pero, ¿dónde han ido a parar esas hectáreas?

Las opciones no son muchas: o bien a otros cultivos, como el pimiento o el calabacín, o a otras tipologías, como el tomate pera o las especialidades, entre ellas el cherry pera, “que cuenta con un buen sabor dentro del segmento de tomate pequeño y, por tanto, el consumidor repite compra”, apunta Hernández. Ambas alternativas, en cualquier caso, entrañan un cierto riesgo para el sector.

¿Y si crecen otros cultivos?
La 2017/2018 ya fue una campaña complicada para productos como el pimiento, cuyo precio medio cayó debido, en parte, a una mayor producción en los meses de invierno; de ahí que el sector tenga serias dudas sobre qué ocurrirá si sigue aumentando su superficie, convirtiéndose así en un ‘cultivo refugio’ para los productores de tomate. “Corremos el riesgo de que otros cultivos se vean afectados”, augura Andrés Góngora, responsable estatal de Frutas y Hortalizas de COAG, quien apunta que, de ser así, Almería no solo podría perder el tomate, sino otras de sus referencias en el mercado.

Más contundente es aún Juan Segura, presidente de Coprohníjar, cooperativa especializada en el cultivo y comercialización de tomate cherry: “Esto podría producir un efecto dominó e, indirectamente, tener consecuencias sobre toda la agricultura de Almería”.

Las especialidades
La diversificación en tomate se presenta para muchos como la clave para que las producciones nacionales recuperen rentabilidad y aumenten su cuota de mercado en Europa, donde Holanda sigue dominando el mercado. “Estamos especializándonos cada día más en productos premium, líneas de alta calidad, tomate pequeño…”, comenta José Hernández, presidente de la Sectorial de Tomate de Proexport, quien afirma que estos productos con valor añadido son “el único camino razonable para competir con orígenes de costes más ajustados”.
Sin embargo, las especialidades “no son la panacea”, insiste por su parte Juan Segura. Reconoce que, a día de hoy, siguen siendo más rentables que los tomates gordos, “que son un desastre”, pero de aumentar su producción sin control, podrían convertirse en un commodity. Las primeras dificultades ya se atisban en el horizonte y, de hecho, “Marruecos está creciendo y se nota la presión”; este país, en cuyas manos está ya la producción de las conocidas como tipologías ‘me too’ (por ejemplo, el tomate suelto), tiene unos costes de producción más reducidos y, por tanto, precios más competitivos.

 

Un tomate gordo de sabor
La menor calidad gustativa y la ausencia de unas cualidades organolépticas especiales son, precisamente, las causas de la pérdida del mercado de los tipos convencionales y, con ella, de su rentabilidad. “Hay tomates gordos larga vida y de color rosa que tienen buen comer y están consiguiendo una gran aceptación en países del Este”, comenta Manuel Hernández. Sin embargo, como en las especialidades, para hacer más rentables estos productos, el control de su producción es clave. Asimismo, hay que arriesgarse a afrontar mayores inversiones con la esperanza de que el consumidor esté dispuesto a pagar más.
El futuro del tomate no es, por tanto, nada halagüeño y, a todo lo mencionado, hay que sumar problemáticas que se repiten una y otra vez, como la falta de mano de obra especializada, la competencia de terceros países, las consecuencias todavía del veto ruso y “la presión de la gran distribución, que sigue utilizándolo como reclamo”, concluye Andrés Góngora.

 

El pera, el más cultivado
Tras años de crecimiento, su superficie se ha estabilizado. Su consumo está muy extendido en España y también en Europa, gracias a variedades de exportación como Caniles, que aportan sabor y conservación.

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