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De susto en susto hasta llegar al desastre

El mal arranque auspiciado por el aumento de la cosecha, los bajos calibres y las tensiones por el acuerdo con Sudáfrica culmina con una sucesión de temporales con daños multimillonarios.

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Después de la tempestad, llega la calma. Éste es el consuelo que le queda al sector citrícola: que tras la sucesión de temporales se ‘purgue’ la oferta y se siga la línea ascendente que ya mantenía la demanda semanas antes de acabar el año. Porque la temporada arrancó retrasada en septiembre, con el miedo en el cuerpo por el posible solapamiento de cosechas que podría generar el primer año de entrada en vigor del acuerdo de la UE con los Estados de África del Sur -o más concretamente con Sudáfrica-, alicaída por la falta de demanda en una Europa que andaría aún muchas semanas más en manga corta por el calor y con unas clementinas y satsumas que presentaban serios problemas de calibre por la sequía. La presentación del aforo valenciano, el 16 de septiembre, supuso el tropezón definitivo. Desde entonces, poco o nada bueno. Hasta el limón fino, que venía de cotizaciones históricas, cayó también al poco en desgracia.

Efectivamente, cuando se presentó la previsión de cosecha de la Comunidad Valenciana -que concentra menos del 60% de la nacional- la atención se polarizó en un dato parcial: la campaña iba a sufrir un brusco incremento del 23,6% de la producción. De nada sirvió contextuar que ésos 4 millones de toneladas de cítricos valencianos o los 7 millones del conjunto del país eran cifras idénticas a las de la campaña 2014/15. Ni siquiera se esperó a contrastar que ése porcentaje regional iba a quedar reducido a un aumento nacional del 17%. Como tampoco se quiso ver que a ése volumen se le debía restar los cientos de miles de toneladas que, como destacó desde un primer momento el Comité de Gestión de Cítricos (CGC, la patronal del comercio privado), no iban a poder comercializarse porque no tenían, no tendrán, calibre suficiente o porque serán destinados a su transformación en zumo, que este año se sabe que incrementará su actividad  sobre la de la campaña precedente. La idea de ‘exceso’ había calado.

A fuerza de incrementos en la cosecha y de tanto lamentarse por los efectos que podría tener la aplicación del referido tratado comercial, se trasladó al mercado una infundada idea de saturación, que logró hundir los precios en origen y en destino en porcentajes superiores al 30% durante septiembre y octubre, según denunciaron las organizaciones agrarias. Las clementinas precoces, como la Clemenrubí o algunas satsumas, difícilmente podían competir entonces con las mandarinas tardías llegadas del hemisferio sur, que no tenían el lastre comercial del escaso tamaño de las españolas. Las ofertas-reclamo en los puntos de venta centroeuropeos o en el propio mercado doméstico, cuando el frío ya animó la demanda en noviembre, terminaron por consolidar tan perniciosa dinámica comercial.

La realidad con respecto a Sudáfrica fue otra porque, a falta de conocer los datos de octubre, las importaciones comunitarias de naranjas del hemisferio sur -pese al cacareado acuerdo, que sólo mejoraba el acceso de este tipo de cítricos- cayeron en la UE (300.860 toneladas entre julio, agosto y septiembre por las 320.617 del mismo periodo de 2015). Nadie pareció contar con que la sequía había menguado la producción en Sudáfrica, lo que obligó a cortar los envíos a mediados de octubre.
A finales de noviembre, el inoportuno anuncio de una cosecha “récord” de 2,36 millones  de toneladas (+16%) en Marruecos (cabría preguntarse por qué sus autoridades presentaron su aforo dos meses y medio después del valenciano) suponía la puntilla y contribuía a relativizar hasta la práctica nada, la drástica caída de Italia (del entorno del 30%) o el moderado aumento de Turquía (+3%). La sensación de sobreoferta estaba consolidada.

Las lluvias y la huelga

Hasta tres temporales sacudieron la Comunidad Valenciana en noviembre. En Andalucía, algunas provincias citrícolas como Huelva también sufrieron cuantiosas pérdidas por las fuertes precipitaciones. Antes de llegar la ‘puntilla’, los sindicatos de clase -en plena negociación del convenio colectivo valenciano del manipulado- dieron un nuevo susto al convocar una huelga de trabajadores entre el 15 y el 21 de diciembre, durante la semana previa a Navidad, la de mayor intensidad comercial del año. Tras una maratoniana negociación se llegó a un acuerdo ‘in extremis’ el día 13.
Se salvó el parón sindical pero no hubo remedio para la gota fría que azotó Murcia y otra vez Valencia, del 16 al 18: las valoraciones de las pérdidas varían hablan de cientos de millones de euros y de daños más o menos generalizados por ‘pixat’, ‘clavillet’, ‘bufat’, todas alteraciones de la piel en las clementinas que degradan su condición comercial. La campaña de variedades mayoritarias como Nules -no tanto de naranjas Navelinas, aunque también-  tras algunos exportaciones rechazadas en destino derivados de algunos podridos puntuales, se daba ya a finales de diciembre casi por concluida y decenas de miles de toneladas -quizá cientos- se podrían haber quedado en los campos.

Desde entonces se han acelerado las compras de Clemenvilla y Ortanique y según las fuentes consultadas, el interés a finales de 2016 ya se focalizaba  a medio plazo sobre las mandarinas tardías. Las lluvias parecen haber ‘limpiado’ los supuestos excesos de la oferta y algunos hablaban incluso de un posible déficit en mandarinas híbridas, que por efecto del calor podrían venir también algo adelantadas.

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