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Trabas comerciales frenan las exportaciones europeas a nuevos mercados

El sector hortofrutícola europeo necesita llegar a nuevos mercados, más allá de los comunitarios, sin embargo, la existencia de determinadas trabas comerciales impiden esta exportación de una forma real y rentable.

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La decisión de Putin de prohibir la importación rusa de frutas y hortalizas comunitarias ha puesto en evidencia la posición de desigualdad que sufren los productores europeos para poder exportar fuera del continente. Aunque algunos dirigentes querían ver este verano una oportunidad para abrirse a nuevos mercados, la realidad de los hechos ha demostrado que un productor de la UE se enfrenta a un laberinto de requisitos, trabas y trámites burocráticos que convierten en un obstáculo casi insalvable sus intentos por vender productos perecederos en terceros países.

Mientras que la importación a la Unión Europea de productos frescos se ha agilizado para llevar a cabo las operaciones comerciales en cuestión de horas, según cuenta Francisco Borrás, Presidente de la División de Exportación de Freshfel Europe; el exportador europeo se topa con un muro en sentido contrario del que son ajenos los responsables de las instituciones europeas: “Los funcionarios europeos negocian lo que esos países pueden enviar a Europa, pero no son competentes para lo que Europa puede mandar a esos mercados”. Borrás, que es además director comercial de Anecoop, describe así el doble rasero: “Es muy fácil la importación desde Corea del Sur, pero no al revés; de hecho cuando lo hemos hecho tienen que venir inspectores coreanos, a los que hay que pagarles, registrar información en la web coreana y cumplimentar otros requisitos que hacen ardua y compleja cualquier operación”.

La falta de reciprocidad descrita con Corea se reproduce en otro grupo de países, que disfrutan de facilidades para colocar sus producciones en Europa, pero que responden con reglamentaciones diversas que dificultan los envíos europeos. Son Egipto, Israel, Turquía, Túnez, Sudáfrica, México, Perú, Chile o Colombia, entre otros.

Barreras a Europa

Países del Hemisferio Norte. Turquía establece impuestos y barreras técnicas a los exportadores hortofrutícolas europeos. Egipto barreras técnicas. Israel, sanitarias, fitosanitarias y cupos. Marruecos impone impuestos a las manzanas. China, barreras sanitarias y fito; al igual que México, Corea del Sur y Vietnam.

Países del Hemisferio Sur. Cupos en Indonesia. Argentina antepone barreras técnicas. Brasil, técnicas y además sanitarias y fitosanitarias; éstas dos últimas también las exigen Chile, Perú y Sudáfrica. Son llamativos casos como el de Perú, mercado al que la Unión Europea no exporta ni una tonelada, pero sí recibe 350.000 tn de frutas del país andino. Ante este escenario el director general de Freshfel, Philippe Binard, cree que “la Unión Europea al más alto nivel debe defender los intereses de los productores europeos, modificando los protocolos para así facilitar nuestras exportaciones”. Freshel, como asociación europea de la producción en fresco, quiere involucrar a los eurodiputados en Bruselas para que debatan en el Parlamento esta falta de reciprocidad. “¿Por qué los agricultores europeos son de segunda categoría frente a los de esos países?”, resume Francisco Borrás.

Aliados en lo político, enemigos en el comercio

En esta hoja de ruta – que el lobby europeo de la producción hortofrutícola ha trazado como respuesta al desafío del veto ruso – hay un segundo camino en el que están los países aliados en lo político, que mantienen cortapisas a la entrada de productos comunitarios. Son Canadá, Estados Unidos, Japón y Australia. Un principio de solidaridad inexistente, ya que marcan barreras sanitarias y fitosanitarias.

El mercado ruso no les afecta, sus envíos son simbólicos. No sucede igual con los países europeos para los que Rusia es un cliente estratégico, durante la última década, y que absorbe de la UE 2,2 millones de toneladas de frutas y verduras anuales. Freshel defiende que Estados Unidos apruebe un protocolo único con la UE, que Canadá flexibilice también su mercado, y que Japón y Australia eliminen sus actuales protocolos. “Abogamos por una solución política con esos cuatro países que deben ser solidarios con los europeos”, sostiene Binard.

En definitiva, más allá de arbitrar subvenciones y ayudas monetarias desde Bruselas, la vía propuesta por Freshel es la de hacer del mercado un escenario más abierto. Y en igualdad de condiciones.

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