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La patata española pierde hectáreas y puestos de trabajo

En España se ha pasado de las 257.000 hectáreas de cultivo registradas en 1992, a las 60.000 actuales, lo que supone un descenso del 77%.

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La patata nueva española, cultivada mayoritariamente en Andalucía, se vende cada vez más en el extranjero, pero, sin embargo, no es demandada en el mercado nacional. Ante esta situación, el sector lleva lustros perdiendo poco a poco superficie de cultivo y mano de obra, pese a las continuas campañas de promoción que realizan la Junta de Andalucía y los productores.

El caso es que la caída de las ventas de patatas españolas en el mercado interior no se debe a un descenso del consumo, sino a que los españoles prefieren comprar las procedentes de otros países, como es el caso de la francesa. Las patatas importadas son más baratas y tienen «mejor» aspecto, pero los productores consideran que la distribución también tiene una parte de responsabilidad, pues aseguran que hay muchos casos en los que se confunde al consumidor.

El cultivo de la patata tiene una especial importancia en la localidad sevillana de La Rinconada, aunque en los últimos tiempos viene sufriendo, al igual que en toda España, unas enormes dificultades, con una reducción muy significativa de la superficie sembrada, similar a la del resto del país. De hecho, en España se ha pasado de las 257.000 hectáreas de cultivo registradas en 1992, a las 60.000 actuales, lo que supone un descenso del 77%. Y en el caso de Andalucía, de 23.500 hectáreas cultivadas en 2004, apenas si llegamos hoy a las 8.000, según datos de Asociafruit, que ha iniciado una campaña de promoción del consumo de patata nacional, frente a la patata importada, que es de conservación.

La asociación de productores advierte que la reducción del cultivo tiene una consecuencia directa sobre el volumen de empleo. De hecho, explica que la caída de la superficie cultivada supone una pérdida, sólo en empleos directos en España, equivalente a más de 33.000 puestos de trabajo fijos en los últimos 25 años.

Según datos oficiales de la Consejería de Agricultura, son unas 3.500 hectáreas las que se cultivan de patata nueva en la provincia de Sevilla, de las que 1.200 están en el municipio de La Rinconada. También se cultivan patatas nuevas en las provincias de Cádiz, Huelva, Málaga y Córdoba, hasta sumar 8.000 hectáreas. Asociafruit explica que cada cuatro hectáreas genera un puesto de trabajo fijo; es decir, el empleo generado en la zona sería el equivalente a 815 empleos fijos anuales.

La patata nueva andaluza es una patata fresca, con sabor, saludable, que se recolecta y se comercializa durante la temporada, sin pasar por ningún proceso de conservación. Además, es una patata temprana; es decir, es la primera que se produce en el año en cantidades suficientes para abastecer al mercado nacional y europeo, que ha estado abasteciendo el mercado durante el invierno.

Sin embargo, no logra desplazar a la patata de conservación que nos llega de importación, fundamentalmente de Francia y ha estado conservada en cámaras y con tratamiento químico antigerminante. Son patatas almacenadas a baja temperatura, entorno a los 4 grados, para mantener una apariencia externa óptima pues, señalan los productores, «a esa temperatura se detiene el proceso natural de senescencia del tubérculo y es precisamente esa apariencia el factor determinante en la compra del ama de casa española: que las patatas externamente sean bonitas». Ante ello, Asociafruit advierte que a las temperaturas que se usan para conservar las patatas de importación, el almidón se transforma en azúcar dándole un sabor dulzón al tubérculo, «de modo que al freír, este azúcar se quema ennegreciendo las patatas y generando altos niveles de acrilamidas, problemas que no existen en el caso de la patata nueva».

La asociación de productores agrega que la caída de la producción tiene que ver directamente con el hecho de que España importa el 70% de la patata de otros países, fundamentalmente de Francia. Y mientras, la mayor parte de la producción de patata nueva o de temporada de España se exporta, ya que es un producto con calidad reconocida internacionalmente.

La patata de conservación llega a mantenerse artificialmente en frío durante periodos de hasta 9 meses, perdiendo muchas de sus propiedades, entre otras sus aptitudes para la fritura, principal uso culinario en nuestro país.

Los productores quieren también plantar cara al mito de que la patata engorda. Aseguran que «es incierto». De hecho, explican que «a pesar de asociarse al sobrepeso, por su contenido en hidratos de carbono, es un producto que, frente a otros, como la pasta o el pan, aportan bastantes menos calorías. Así, si 100 gramos de pasta aportan 350 calorías o 100 gramos de pan aportan 250 calorías, l00 gramos de patata cocida aportan al organismo sólo 80 calorías». Asociafruit denuncia como «una práctica generalizada y extendida en la distribución y tiendas de frutas y verduras de nuestro país, que tampoco ayuda a la reactivación del sector, que los puntos de venta anuncian en su cartelería como patatas nuevas otras que en realidad son de conservación y vienen importadas de países extranjeros, principalmente de Francia».

«En algunos casos -añaden- incluso, se llega a anunciar que las patatas que se dispensan son recolectadas en España, cuando si se examina detenidamente la etiqueta del envase se comprueba que proceden de Francia u otro país tercero». «De este modo -agregan-, se comercializan como patatas nuevas recolectadas en España, patatas de conservación que son importadas de otros países. Este no sólo es un engaño al consumidor, sino que dificulta su decisión de compra, impidiendo que pueda apreciar las diferencias entre uno y otro producto, dada la confusión generalizada existente».

Los productores aseguran que esta práctica ha sido denunciada reiteradamente por parte de Asociafruit a las administraciones públicas, «sin que se haya obtenido hasta la fecha una respuesta eficaz de éstas».

La organización de productores señala que un español consume una media de 23 kilos de patatas frescas al año, lo que supone entre 12 y 23 euros por persona al año y, a su juicio, «no es una cantidad que debiera de condicionar el comprar una patata de conservación por ser más barata, en vez de una patata nueva». Agrega que la patata es fuente de vitamina A, B1, B2, B3 y C, y aporta importantes cantidades de hierro, fósforo y potasio.

Pese al pesimismo del sector, los últimos datos facilitados por la Consejería de Agricultura referentes a 2015 recogen que el valor de la producción ascendió a 78,47 millones de euros, un 6,55% más que en 2014, con 73,64 millones de euros.

En cuanto a las exportaciones de 2015, sin incluir la patata de siembra, aumentaron un 41% con respecto a 2014 en valor, manteniendo el mismo nivel en volumen. Respecto a la patata temprana, el aumento de las exportaciones fue mayor: un 68% más en valor y un 9% más en volumen. El 89% de las exportaciones andaluzas provienen de las provincias de Sevilla y Cádiz, siendo Sevilla la que más ha exportado: el 74% de las patatas frescas andaluzas. Con respecto a la patata temprana fresca exportada el año pasado por Andalucía, un 68% procede de Sevilla y un 29% de Cádiz. Los principales países destino de las producciones andaluzas son Alemania, Bélgica, Reino Unido, Francia, Países Bajos y Portugal.

Fuente: www.diariodesevilla.es

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