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Una isla única para un kiwi. KIWIS LA ISLA

La firma Kiwis La Isla ha encontrado un nicho de mercado que premia y valora su producción, un volumen reducido pero cultivado en un enclave muy especial.

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No todos los días tenemos la oportunidad de visitar una explotación tan peculiar como la que encontramos en la desembocadura del río Nalón, en Asturias. Se trata de Kiwis La Isla y, como su propio nombre indica, está ubicada en una pequeña isla fluvial (Isla de Arcubín) de 25 hectáreas, en Soto del Barco. Gestionada por Juan Cimas, el cultivo en estas tierras se remonta a 1983, cuando su padre, después de múltiples viajes por Europa, conoció la fruta y decidió traerlo a la comarca del Bajo Nalón. Hoy el kiwi español, y concretamente el asturiano, es muy apreciado en los mercados, muy similar al neozelandés, pero quizás en esta pequeña explotación encontramos condiciones que hacen aún más peculiar esta fruta.

La polinización es manual para asegurar uniformidad de calibre  y sabor

La propia insularidad supone una barrera ante posibles plagas o enfermedades. Están aislados, siendo la única vía de acceso una pequeña barcaza o un blondín, de reciente construcción, que les permite ahora dar salida más rápidamente a la mercancía. «Antes tardábamos casi 4 horas en cargar un camión, ahora en apenas 45 minutos está listo», nos explica Cimas.

Enclave único

En nuestro paseo por estas tierras, 22 hectáreas de explotación con una producción de aproximadamente 700 Tn, podemos ir apreciando otros aspectos que diferencian a esta entidad de otras en la zona. A 4 ó 5 metros sobre el nivel del mar, gozan de unos niveles de humedad muy elevados, casi del 90%, con gran disponibilidad de agua y más de 700 horas de frío durante el invierno. «Son parámetros esenciales que determinan el sabor de nuestra fruta», añade Juan Cimas.

Seguimos recorriendo la explotación y nos llama la atención el muro natural que hay alrededor de la isla, una frondosa arboleda que hace de contención ante posibles riadas. «Aquí está todo estudiado y calculado, porque no solo nos protege del agua, también del viento, que podría acabar con las ramas de los árboles, y eso implica mermas en la producción», remarca el gerente.

Un árbol cuya polinización se realiza de forma artificial. Una labor costosa pero que, sin embargo, garantiza homegeneidad de fruto en cuanto a sabor y calibre. «Esta es quizás la clave de nuestro éxito. Se podrían hacer las cosas más sencillas o incluso con menos gastos, pero si realmente quieres un producto único, eso cuesta dinero y esfuerzo», enfatiza Juan Cimas.

Esa filosofía de trabajo les ha llevado a posicionarse como proveedores únicos de una de las grandes firmas de nuestro país, enfocado a un consumidor medio alto, que está dispuesto a pagar la calidad que Kiwis La Isla saca de esta pequeña isla.

 

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