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La bacteria del HLB haría desaparecer la citricultura española en 15 años

El CGC alerta de esta situación en base a un informe sobre el avance de esta enfermedad en Florida (EEUU), que advierte que su asentamiento en nuestro país reduciría en sólo 7 años a la mitad la producción nacional.

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El Citrus greening o Huanglongbing (HLB) es la principal amenaza de la citricultura pero el Mediterráneo es la única gran área productiva que, de momento, no se ha visto afec­tada por la irrup­ción de esta bacteria. La situación dio un vuelco en 2014, cuando se confirmó la pre­sen­cia en Ga­­­­­­­li­cia, no de la en­fermedad pero sí de uno de los dos vectores que se sabe que es capaz de trans­mitirla, la Trio­­­­za ery­­tre­a­e. En 2015, las autoridades lusas descubrieron otro foco de este insecto cerca de Opor­to.

Hoy, 4 años después, este psílido procedente de África ha recorrido la prác­ti­ca to­­­­ta­li­dad del li­to­ral at­­­lán­tico entre La Coruña y la zona de Lisboa, situándose a 190 km de las pri­meras plan­­­­taciones es­­pa­ño­las de cítricos (las de Huelva) y a sólo 170 km de la prin­cipal provincia pro­duc­to­ra de agrios de Por­tu­gal, el Algarve. Conscientes de la gravedad de la situación, el Co­mi­té de Gestión de Cí­tricos (CGC), la aso­cia­ción nacional que aglutina a los exportadores privados de cítricos, ha es­­t­i­ma­do el impacto eco­­nómico de­­rivado de la posible entrada de este pató­ge­no en la citricultura es­pa­ñola. Sus conclusiones, da­da la ine­xis­­tencia de cura y la experiencia contrastada en Florida (EEUU) –cuya evo­lu­ción se ha extrapolado- son ca­si apocalípticas: en 7,5 años desde su posible en­trada, la producción de na­ran­jas, man­da­­rinas y limones quedaría reducida a la mitad (de 7 millones de toneladas (Tm), a 3,6) y a los 15 años la ci­tri­­cultura pasaría a ser un cultivo residual.

El informe se basa en la serie histórica com­ple­­­ta de datos de producción de 28 temporadas de Florida, que es la única que se dispone con ese nivel de detalle de en­­tre las principales potencias citrícolas afectadas por la en­fer­me­­­dad (como México, Brasil, Sudá­fri­­ca, La India o China…). En este estado norteamericano se confirmó la pre­­­­sencia del HLB en 2005 pero la en­fermedad de­bió asentarse años antes: en la campaña 1997/98, Flo­ri­da alcanzó su récord de produc­ción con 12,3 millones de Tm; en la actualidad ésa cifra ha que­dado re­du­ci­da al 25% con poco más de 3 mi­­llones de Tm (ver gráfica adjunta). Atendiendo a esta pro­gre­­­sión, se estima que la producción de Florida –antaño primer pro­duc­tor de zumo de naranja del mundo- po­dría desaparecer en la campaña 2024/25 (de no tener antes so­luciones con las que pa­liar la enfer­me­dad).

El estudio reconoce que existen elementos, a favor y en contra, de extrapolar el ritmo de expansión del caso floridano a España. El distinto clima, los vientos hu­­ra­canados que favorecen el desplazamiento del in­secto vector a grandes distancias, el propio hecho de que el psílido presente en Florida (Diaphorina citri) sea distinto al lo­ca­­lizado en la península (Trioza erytreae) y que éste último sea portador de una forma de HLB –la africana- me­­nos agresiva que la asiática presente en América, harían pensar en un desarrollo más lento en nuestro país. Por el contrario, el estudio destaca cómo el mi­ni­fun­dismo de muchas explotaciones –es­­­pe­­cialmente las valencianas y no tanto las andaluzas- la proximidad entre plantaciones, el progresivo aban­dono de cam­­­­­­pos que no se vigilan ni cuidan y la falta de inversión en I+D contra esta enfermedad actuarían como fac­tores de­cisivos para acelerar su expansión. Con todo, el impacto sobre una citricultura como la es­pañola volcada en la comercialización en fresco se daría al po­co de comenzar a expandirse la bacteria porque los frutos pro­­­cedentes de árboles infectados –y a través del vector, la bacteria se propaga con ra­pidez- no pueden co­­­mercializarse debido al gran incremento de la acidez y a su sabor amargo. Mucho antes de morir los ár­bo­les, la fruta no tendría posible salida.

Dada la proximidad de la Trioza erytreae –que además de portar el HLB es en sí misma una plaga que pro­voca serios daños- a las zonas citrícolas del Algarve y Huelva, el CGC exige que se aceleren los trá­mi­tes ya iniciados para la suelta inmediata en las zonas demarcadas por la presencia de este psílido de un pa­­ra­si­toi­­de traído de Sudáfrica (Tamarixia dryi) que se sabe que permite un control eficaz de la po­blación de este in­secto y cuya pre­­sencia sería clave para frenar su expansión. Junto a ello, se insiste en reclamar ma­yor do­tación de fondos co­munitarios y nacionales para la investigación en centros de referencia como el IVIA (en la Co­mu­ni­dad Valenciana) o el IFAPA (en Andalucía).

Ante la gravedad de la amenaza, el CGC –como el conjunto del sector- ha venido insistiendo al Go­bier­­­no español y a las autoridades comu­nitarias en la necesidad de que se intensifiquen las medidas de con­trol so­­­bre las importaciones de otras plantas de zonas afectadas susceptibles de portar el vector y extenderlo en zo­nas pro­ductivas. Mucho más importante que éso sería extremar las precauciones en los pues­tos de inspección fronteriza, en puertos y aeropuertos, para evitar la entrada ilegal de yemas (para injertar) o plan­tas que pudieran estar contaminadas por la bacteria.

Según el estudio, la práctica desaparición de la citricultura española supondría:

  • Eliminar 200.000 empleos directos (57.000 en manipulado, confección, envasado y comercialización y otros 143.000 en recolección).
  • Desaparecerían otros 79.000 empleos ligados a la propia producción.
  • La renuncia a un volumen de negocio con un valor medio de 4.000/ 4.310 millones de euros por tem­porada, de los que 3.100-3.224 millones proceden de la exportación.
  • Tendría un gran impacto sobre el sector del transporte: 174.000 camiones de cítricos sa­len por nues­tra frontera cada campaña, a los que debería añadirse los que distribuyen los 1,4 mi­llo­nes de Tm que se comercializan en España y el acarreo de 6,8-7,3 millones de Tm del campo a los al­ma­ce­nes.
  • Pérdidas y desempleo en actividades relacionadas (envases, plaguicidas, fertilizantes,…).
  • Gran impacto ecológico por el abandono y degradación de 300.000 hectáreas de superficie hoy claves para la absorción de otros tantos cientos de miles de toneladas de CO2.
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