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«Necesito al inmigrante, el de aquí no coge la fresa»

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«A mí me preocupan las personas que mueren intentando entrar en patera en España, pero no veo la inmigración laboral como un problema, sino como una oportunidad. Sin los inmigrantes, no podríamos generar riqueza. Los necesitamos. Con el paro agrícola, los de aquí no quieren trabajar: prefieren cobrar las ayudas que venir a recolectar al campo». Quien habla es Cristóbal Picón, de 45 años, propietario de 40 hectáreas de frutos rojos y aguacates en Lucena del Puerto, un municipio de Huelva de 3.000 habitantes que durante la campaña multiplica por tres su población. Cristóbal pertenece a la tercera generación de una familia de agricultores. Uno de sus terrenos lo compró su abuelo Fernando en 1915. Su padre, Vicente, se ha jubilado ya, pero se mantiene al pie del cañón a sus 82 años. Lo acompaña cada día en la finca cubierta de plástico en la que 20 mujeres recogen la fresa. Zahra Naime, de 35 años, las arranca por el tallo una a una. Con delicadeza. Es importante hacerlo con suavidad porque, si se cogen directamente por el fruto, se echan a perder.

Zahra y sus compañeras son temporeras contratadas directamente en Marruecos para participar durante tres meses en la campaña de recogida de la fresa en Huelva, la más importante en España en términos de contratación colectiva en origen. El Gobierno ha autorizado este año un contingente de 19.179 empleadas: 11.500 repiten de otros años y el resto ha sido seleccionada en distintas ciudades marroquíes. Son todas mujeres con hijos a su cargo en el país vecino porque la condición principal es que regresen a casa cuando acaba la temporada. Aun así, un 20% aprovecha esta vía para quedarse en España de forma fraudulenta, según datos de la Asociación Interprofesional de la Fresa Andaluza (Interfresa).

«Entiendo que quieran quedarse, aunque pasen a estar en situación irregular. Prefieren malvivir aquí que hacerlo allí», opina Cristóbal, que cuenta que 10 de las mujeres que contrató en origen el año pasado nunca se presentaron. Los agricultores son penalizados por ello y por eso buscan personas de confianza. Zahra trabaja para Cristóbal desde 2011. Él le costea el viaje y el alojamiento y le abona 42 euros brutos al día por 39 horas semanales de trabajo. «Es más de lo que se paga en Marruecos por la misma tarea», defiende Zahra, colocándose la gorra del Barça. «Con lo que gano aquí en tres meses mantengo a mi marido y a mis tres hijos el resto del año».

La inmigración es la undécima preocupación de los españoles, según el CIS. Un 8,9% de los encuestados la sitúa entre sus principales quebraderos de cabeza, seis puntos porcentuales más que el 2,6% que se registraba en 2018. El porcentaje -que llegó a estar en el 32% en 2006, coincidiendo con la crisis de los cayucos- se mantuvo muy bajo durante los años de la crisis, pero ahora ha vuelto a aumentar. ¿Por qué?

«Hay un discurso antiinmigratorio en varios países que se va contagiando y normalizando. Ahora ya no resulta políticamente incorrecto decir determinadas cosas. Hay más gente que pone a los inmigrantes como chivo expiatorio. Algo que no había surgido en España durante la crisis económica se produce cuando empezamos a salir de ella», responde Markus González Beilfuss, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona y ex director general de Inmigración durante la última etapa del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

González Beilfuss recalca que este sentimiento de recelo hacia los venidos de fuera sigue siendo «aún minoritario». No pasa como en otros países, donde ha habido más expresiones xenófobas o conflictos de convivencia. La mayoría piensa, como el agricultor Cristóbal, que la inmigración es positiva, y los españoles están entre los ciudadanos europeos más favorables a este fenómeno, según refleja el Anuario Cidob de la Inmigración. Sin embargo, el Consejo de Seguridad Nacional advierte en un informe reciente que se ha producido «un cierto estancamiento» en la acogida de los extranjeros e incluso «un ligero empeoramiento de la tendencia positiva» observada durante los últimos años. Otro estudio del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia, que aún no ha sido publicado, también avisa de este «empeoramiento de los niveles de tolerancia hacia los inmigrantes».

¿El aumento de esta desconfianza tiene que ver con la expansión de Vox? Sebastian Rinken, vicedirector del Instituto de Estudios Sociales Avanzados IESA-CSID, cree que no ha influido tanto este partido de la derecha radical, que durante la campaña electoral no ha hecho especial énfasis en este asunto, sino que el incremento del recelo podría obedecer más a los últimos saltos que se han producido en la valla de Melilla o al incremento de la presión migratoria.

Porque el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha registrado un crecimiento de 290.573 extranjeros durante 2018, casi el doble que el que se produjo el año anterior. Hay 5.025.264 inmigrantes empadronados, el 10,7% de la población, un volumen que no se alcanzaba desde 2014. Además, España se ha convertido en el país de la UE que más sin papeles recibe por mar. El año pasado llegaron 57.498 personas en patera, un 161% más que en 2017. A estas travesías clandestinas, que son minoría entre las llegadas pero la muestra más dramática del fenómeno, se suma un incremento del 126% en las llegadas de menores extranjeros no acompañados (los menas), que superan los 13.000 y que las comunidades autónomas no saben cómo gestionar.

«No se puede regular la desesperación», sostiene Antonio Izquierdo, catedrático de Sociología de la Universidad de La Coruña. «Quienes llegan de África no son inmigrantes, son huidos. Y van a seguir viniendo, porque se van a agudizar las guerras, los estados fallidos, los desastres ecológicos, el hambre o la desertificación. La demografía cuenta con ello: la población española no crecería si no vinieran».

Estrella Rodríguez, directora general de Integración y Atención Humanitaria del Ministerio de Trabajo, Inmigraciones y Seguridad Social, asegura que «el mercado laboral se está activando y está demandando mano de obra». «Las empresas nos están reclamando aumentar determinados cupos y autorizaciones de empleo. Nos lo piden en la agricultura, pero también demandan perfiles extranjeros cualificados relacionados con las nuevas tecnologías, las telecomunicaciones, la programación, la industria farmacéutica, la construcción, los servicios financieros, la publicidad y el márketing. Son puestos que no se cubren con mano de obra en nuestro país».

Las temporeras de Huelva son sólo una pequeña parte de una realidad que, según Estrella Rodríguez, «vamos a necesitar para dinamizar el mercado de trabajo, mejorar la estructura de las pensiones y rejuvenecer la sociedad española». Recuerda que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha estimado que nuestra Seguridad Social necesitará más de cinco millones de extranjeros hasta 2050. Y asegura que «el incremento de gasto público derivado de acoger a inmigrantes se ve compensado por el aumento del PIB, del empleo y de la recaudación de impuestos». «En definitiva, contribuye a mejorar la economía», recalca.

De la misma opinión es Julio Pérez Díaz, demógrafo del CSIC, que resalta que hay una parte del mercado que no atrae a mano de obra local pero sí a la inmigrante. «Los países avanzados hemos cambiado tener muchos hijos que vivan poco por tener pocos hijos que vivan mucho, y esos hijos son de alto standing: ningún padre va a aceptar que sus hijos acaben recogiendo fresas en Huelva o repartiendo propaganda por la calle. El trabajo de escasa cualificación lo hace alguien que gana más en España de lo que le pagarían en Marruecos. Eso le permite que sus hijos tengan mejores oportunidades y haya un ascenso social en la segunda generación».

El problema es que estos empleos no siempre se realizan en buenas condiciones. Sobre todo en determinados sectores, como la agricultura o el empleo doméstico. Un estudio de Oxfam Intermón advierte que, entre las trabajadoras, las inmigrantes son las que sufren mayor precariedad. España tiene la tasa más alta de Europa de riesgo de pobreza laboral en mujeres extranjeras, un problema que afecta a una de cada tres.

El año pasado, varias temporeras de Huelva denunciaron abusos sexuales, impagos en los sueldos y deficiencias en las condiciones laborales y el alojamiento. Las denuncias fueron archivadas pero hay un segundo caso abierto. La Junta de Andalucía y el sector fresero han elaborado como respuesta un protocolo de actuación, mientras que Interfresa está mejorando la formación de los manijeros -como se llama a los capataces de la cuadrilla, que son objeto de muchas críticas- y también ha desplegado un equipo de 15 «consultores de integración» que cada semana visitan las fincas para cerciorarse de que todo esté en orden.

Youssef El Yaoddoune es el consultor que supervisa la empresa de Cristóbal. Dice que las jornaleras están «muy a gusto» con él y certifica que las condiciones laborales y de habitabilidad son buenas. Resalta como un avance que en la finca no trabajen manijeros. «Los manijeros sólo sirven para controlar», dice.

«La gente tiene que trabajar a gusto y contenta. ¿De qué le sirve que alguien le meta presión? Lo que yo no quiero para mí no lo quiero para los demás. Aquí somos todos iguales y desde el primer día trato a las trabajadoras como si fueran de la familia. Algunas ya llevan 30 años aquí», expresa este agricultor, que opina que «el fenómeno migratorio debería abordarse con una política común a nivel de la UE porque cada vez viene más personas y mueren más».

No le gusta hablar de política ni de las elecciones. Tampoco de Vox. Está más preocupado por su tierra. Y también por Hassania, una de las temporeras, que está ingresada en el hospital. Toda la finca se ha volcado en ella. «Tenía dolores y la llevamos al médico. Resulta que traía cáncer de su país, pero no se lo dijo a nadie por miedo a no ser contratada. Vamos todos los días a verla. Una de las trabajadoras se queda con ella también. Esta mujer tiene dos niños, un marido que no puede trabajar porque tiene un problema en el brazo y una madre impedida. Es muy buena trabajadora», relata Cristóbal. Youssef apunta que «una intervención quirúrgica cuesta miles de euros en Marruecos y ella no tiene dinero». Ambos confían en que pueda operarse aquí.

Fuente: El Mundo

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7 Comentarios

  1. fatima 05/09/2022

    lo que he leido sobre los inmigrantes es de verdad por eso estoy a favor de todo lo que ha dicho

  2. Mirabela gurguta 02/11/2021

    Hola nesesita trabajo eu contrare internet avizo.. O para plantar como es mejor ahora para trabajo.. Vivo jumilla Murcia pero uisted me deze como tiene hacer empesa trabajo

  3. Y ehe jeowksb 07/08/2020

    Tu lo que necesitas son inmigrantes para explotarlos y pagarles un miseria, los españoles si cogemos fresa lo que no trabajamos a cualquier precio, ganando te tu los di reales y pagándole una muerda, xq la labor en el campo no está bien pagada, y pagáis que se pensáis que estáis pagando el pro y el moro enzalistrado que eres un enzalistrado….

  4. Hola, me gustaría hacer el trueque o cambio… Ustedes darme el producto español y yo llevar lo que hay en mi país Ecuador. Con la finalidad de aportar al desarrollo económico de los dos países. Contamos con una innovación eficiente y eficaz. Solo que mi gobierno no lo promociona… Soy un agricultor visionario..

  5. Juan galdamez 10/04/2020

    Hola soy de honduras y cine a España a trabajar y veo que la cosa está mal ustede podrían ayudarme dándome trabajo de lo que sea

  6. Nelson 13/02/2020

    Buenas tardes, que necesitan mano de obra pero yo andube 5 finvas en moguer y no me contrataron por nontener DNi, somontengo pasaporte pero mucha necesidad de lavorar porque no nos contratan. Reclamos al 643104232

  7. LUCHIAN LACRAMIOARA 07/10/2019

    HOLA YO TRABAJE EN EL CAMPO DE FRESA PERO NO QUIERO PUBLICAR COMO LO PASE, POR ESTO SOLO QUIERO DECIR QUE SERA BIEN TRATAR LOS TRABAJADORES, TRABAJADORAS EN EL CAMPO BIEN PARA NO LAS PIERDA , NO SOLO PENSAR QUE EN SUS PAÍS LE VA MAL Y QUE VENGA AQUIÍ DEBE SOPONERSE A UNO9S TRATOS COMO QUIERE ALGUNOS EMPRESARIOS. POR GANAR EL PAN PARA SU FAMILIA. YO QUIERO TRABAJAR AÑO QUE VIENE PERO NO ME CONTRATA QUE TENGO 54 AÑOS.

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