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Pensar que hay detrás de la comida antes de tirarla

La comida va más allá de lo que cada persona ingiere y supone la utilización de todo tipo de recursos, por lo que es necesario darle más valor antes que tirarla a la basura.

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La Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) quiere concienciar en una nueva campaña sobre la importancia de las acciones individuales en la lucha contra el hambre en el mundo y, en concreto, sobre cómo reducir los desperdicios de alimentos.

Se calcula que un tercio de los alimentos producidos para consumo humano se pierden o se desechan a nivel mundial, lo que equivale a 1.300 millones de toneladas anuales.

«Producimos suficiente comida para alimentar a la población pero sigue habiendo 795 millones de personas que pasan hambre», lo que ilustra la clase de «desequilibrios» que existen en el sistema actual, sostuvo la especialista de la FAO Rosa Rolle.

La experta consideró que muchas veces se desperdician los alimentos por falta de concienciación, como ocurre -dijo- con todos aquellos jóvenes que desconocen de dónde procede la comida que consumen al verla ya lista en el supermercado.

«Cuando tiramos la comida también estamos perdiendo todo lo que necesitamos para producirla, como los insumos, la energía, el suelo y otros tantos factores. La gente tiene que pensar en ello y valorar más la comida», afirmó Rolle, que recordó que los desperdicios contribuyen en vano a las emisiones de gases de efecto invernadero y al cambio climático.

«Cuanto más aprendas a valorar la comida, menos desperdiciarás», insistió.

Además de evitar las pérdidas y desperdicios de alimentos, la FAO recomienda comprar productos locales y solo aquello que se necesita con vistas a promover un modelo de producción y consumo más sostenible.

A juicio de la experta, si antes las personas en los países desarrollados estaban acostumbradas a tomar los productos de temporada y producidos en su tierra, con la globalización los hábitos han cambiado en muchos casos y los alimentos recorren largas distancias desde su producción hasta que llegan al plato de los consumidores.

Otra situación se vive en muchos países pobres, donde existen importantes aranceles a las importaciones de alimentos, dificultando su disponibilidad, y la gente «aprecia más la comida local», según Rolle.

Allí los retos, explicó, se centran especialmente en hacer que las empresas pequeñas y medianas mejoren sus capacidades para maximizar la producción y durante etapas posteriores como las de procesamiento y empaquetado.

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